He vivido durante más de treinta y
cinco años de este maravilloso mundo, el de los aparatos eléctricos,
prácticamente desde sus inicios, desde la gran invasión de la mayoría de los
hogares allá por los años 70. En la década de los sesenta empezaron a dar los
primeros pasos masivos: fabricantes, pequeños comercios y una minoría de
consumidores pudientes. Debo reconocer que me tocó vivir una época gloriosa de
un sector que anunciaba avances e innovaciones de forma constante y permanente.
Ví y viví unos
años gloriosos descubriendo y creciendo paralelamente con el “bienestar”
general de la sociedad y la aparición de nuevos aparatos e inventos novedosos
para nuestros hogares. En el pequeño comercio éramos los encargados de
suministrar e introducir todas las novedades que el sector generaba, “era un
lujo trabajar en un sector de tanta vanguardia” vendíamos bienestar para las
familias, dábamos instrucciones sin condiciones, regalábamos conocimiento a
todos los clientes que se interesaban por alguna novedad. El avance más notorio
y distinguido, la evolución del sector que fue, es y seguirá siendo la
vanguardia de una sociedad de consumo globalizado. “ELECTRODOMÉSTICO” y
“PROGRESO” condenados a crecer juntos, solo es posible con un consumo estable y
constante, no desaforado. Sirva este ejemplo como explicación. Año 1784:
William Cullen construye la primera máquina para enfriar. Tuvieron que pasar
casi doscientos años hasta inundar “todos” los hogares con un frigorífico.
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Continuará
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